«Los dioses resplandecen»

Un día perfecto. Eso fue la tarde del sábado para Sarmiento y su gente. Porque por fin esta pandemia dio un respiro y miles de hinchas (alrededor de 4.500) pudieron disfrutar de un partido de fútbol en el campo de juego. Ese hecho cultural en nuestra sociedad que mezcla absolutamente todo: ideología, género, partidos políticos y un largo etcétera.


Temprano, cuando los asistentes de la televisación terminaban de acomodar los carteles, allí ya estaba Cristina, la vecina de calle Gandini cruzando Necochea con su bolsita mirando como sin poder creerlo: el verde césped. Cristina pasó de largo los setenta y tiene una familia verdolaga hasta la médula: sus hijos se criaron en cada recinto del club y uno de ellos, que vive en Rosario, no pudo estar en el Eva Perón. Esa, y la inquietud por saber qué papeles necesitaba para ingresar, habían sido sus preocupaciones, el martes, cuando se había cruzado la vereda para consultar en la cola de la secretaría. “Hace más de treinta años que soy socia”, había tirado su currículum para que entendamos de qué estaba hablando.

Esa imagen se replicaba en cada rincón del estadio. Agustina, no solo es Agustina: es nieta del Bache Américo. Camiseta Verde y en sus brazos el pequeño Benjamín, de ocho meses, con la blanca, pisando el Eva Perón por primera vez para presenciar un partido. “Extrañaba venir a la cancha, prepararme, hablar con el de al lado”, cuenta con una sonrisa que no le entra en la cara.
Pero como estaban los debutantes también estuvieron los históricos. ¿Quién no conoce al Sapo Césari? En épocas donde no solo podía concurrir el público a las canchas era común encontrarse al Sapo en cualquier estadio. Y cuando digo “cualquier estadio” es cualquier estadio por más recóndito que sea. Allí siempre llegaba el Sapo para alentar al Verde. Llegó acompañado de Nazareno, otro vecino del club, y se sentó en la platea techada.
Pero en medio de tanta presencia hubo “ausencia presente”. Y en cada mirada, en cada gesto, en cada recuerdo, estuvieron los que ya no están y que quedaron en el camino en estos más de 17 meses.
La tribuna de calle Paso se empezó a poblar tempranamente de socios que miraban los carteles de las publicidades para reconocer el sector donde siempre se ubicaron, mientras algunos cambios de marcas los desorientaban; al tiempo que la hinchada se distribuyó en su nueva casa desde 2016: esa enorme cabecera detrás del arco que da espaldas a Avenida Arias.
Arrancó el partido y Paradela fue el encargado de generar ese sonido ambiente inconfundible de los estadios: “uhhhh”, gritó todo El Cemento luego del enganche hacia adentro del mediocampista que Devecchi sacó al tiro de esquina.
Pero para que la jornada sea completa faltaba la continuidad dentro del campo y el equipo dirigido por Mario Sciacqua no defraudó con un contundente tres a cero que invita a soñar con la permanencia.
En el descanso también hubo tiempo para reconocer a la Reserva de Martín Funes por el histórico campeonato conseguido en junio y para el plantel de hockey femenino que se coronó en el Regional de primera.


Rey Hilfer decretó el final y el festejo por el triunfo ante un rival que aparece como directo en esa lucha por no perder la categoría se fusionó con el grito de “dale campeón, dale campeón” de los tres costados y con la jefa de prensa de Sarmiento acercándose a los jugadores con la copa del campeonato de Primera Nacional. Ese festejo retrasado con la gente en la cancha fue el final que merecía una jornada para “colgar en un cuadrito”.

Texto: Federico Galván.
Fotos: Mariano Morente.

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