La historia de Matías Rosales como futbolista profesional comenzó a escribirse con letras de primera división hace apenas 19 días cuando las luces del Pedro Bidegain alumbraron su debut. Ese punto de partida tuvo su continuidad en el encuentro siguiente pero también contó con otra historia menos conocida que fue la originaria prueba donde el grupo de trabajo que comanda Juan Carlos Pírez posó sus ojos, en General Alvear. “Se hizo una prueba en Ferro, quedamos varios chicos, fuimos después a otra prueba que se hizo en Junín y ahí quedé yo solo. En Sarmiento arranqué en febrero de 2022 jugando en la sexta del Sopa (Pablo) Aguilar, pero en junio de ese año me subieron a Reserva y empecé a entrenar con Martín (Funes)”, rememora el ahora lateral/volante que inicialmente jugó en otra posición: “Mi posición natural cuando jugaba en Alvear era de extremo por derecha, cuando llegué también pero este año Maartín me puso de carrilero, a veces de lateral y sino de extremo también: o sea ocupo toda la banda derecha”.
-¿Cómo asimilaste esos cambios?
-Me sentí re cómodo, además mis compañeros me ayudaron en todo sentido pero me adapté muy bien al puesto sobre todo porque mi característica es la de correr mucho.
Salir de sus lugares de orígenes, dejar la familia y vivir en un contexto totalmente diferente suele traer complicaciones para los chicos que tienen como objetivo ser futbolista profesional; sin embargo, esa llegada en 2022 a Junín a Matías no le resultó tan traumática ya que antes había tenido una experiencia incluso más alejada de su Alvear natal: a los doce años viajó a Comodoro Rivadavia (1.640 kilómetros) para integrar las filas de la Comisión de Actividades Infantiles. Allí estuvo hasta la pandemia cuando debió regresar con su bolso a su casa. “Volví un año a mi pueblo y al año siguiente ya me vine a Sarmiento”.
Mientras descansa con los suyos, Rosales repasa los últimos vertiginosos meses por los que atravesó porque los días terrenales de subir al colectivo para ir al Centro de Alto Rendimiento se transformaron en concentraciones con el Licha López y compañía y salir al campo de juego de Pedro Bidegin con 30 mil personas en las tribunas. Uno de los detonantes para que eso suceda fue el torneo que el Sub19 del Verde disputó en Países Bajos. “El viaje a Terborg para mí fue único y va a ser inolvidable en mi vida. Había salido dos veces del país para ir a Chile con la CAI pero nunca a Europa, que es totalmente distinto. Todo era perfecto. Creo que gracias a ese viaje me subieron a Primera porque me fue bien en los dos torneos, aunque no esperaba que me subieran tan rápidamente y menos que me pongan de titular. Entrené una semana, nada más”, reconoce aún entre el asombro y la alegría.
-¿Y cómo fue esa semana?
-Habíamos entrenado en la semana y dos días antes del partido, en un táctico, me pusieron de lateral en el equipo titular porque no se sabía si iba a jugar Elías López. Al otro día vuelve Elías y me sacan a mí pero un entrenamiento antes de viajar para jugar con San Lorenzo Gabi Díaz tuvo un problema, salió del equipo, Toto Arismendi pasó de tres, Gudiño por izquierda y ahí me pusieron de mediocampista por derecha. Ahí me dijeron que si no se recuperaba Gabi iba a jugar de titular y se me vino todo encima.
Ese debut en el Nuevo Gasómetro se completó a la semana siguiente porque volvió a salir desde el arranque ante Estudiantes, esta vez en el Eva Perón, con el calor del público que aplaudió cada intervención suya y con algunos de sus familiares acompañándolo en la tribuna. “Fue lo más lindo que me pasó en la vida porque estaba parte de mi familia y eso hizo que me sienta más motivado, además no estuve tan nervioso como el primer partido, estaba con más confianza y en eso tuvieron que ver los chicos del plantel que hablaron conmigo: los referentes también siempre te apoyan”.
Matías Rosales dio el primer paso de su sueño, el de debutar, pero desde el lunes el desafío tiene la misma magnitud y complicación: mantenerse.
Nota: Federico Galván.
Fotos: Mariano Morente.