«Se pudrió todo: se cagaron a tiros». Un policía le dice a otro, en la platea, lo que le llegaba por la comunicación interna. Enseguida, el comentario fue corriendo como una mecha que se enciende y en el trayecto que va desde la entrada al club hasta la esquina de 12 de Octubre y 11 de Julio las versiones iban cambiando.
La escena de palos y piedras, hinchas nerviosos, integrantes del operativo que hablan entre ellos, autos rotos, policías que dan indicaciones por teléfono, se mezcla con el público que camina tranquilo hacia el estadio sin saber que habían tenido la suerte de llegar unos minutos tarde porque un rato antes podrían haber terminado muertos o heridos.
En la intesección de esas calles comenzó lo que un testigo del hecho narró: «me tuve que meter adentro con mis chicos porque fue justo acá. Volaba de todo, le rompieron el auto al vecino y empezaron a tirar tiros ahí (señalando la vereda de su casa). Me metí adentro y veía todo desde la ventana». La descripción coincide con los viedos que circulan en las redes sociales y confirman que cualquier hincha pudo haber sido víctima ya que es en ese sector donde está una de las vallas de ingreso al estadio e increíblemente los encargados de prevenir la barbarie, otra vez, no puedieron hacerlo.
Adentro de la cancha y con el partido empezado comenzaron a circular las versiones que hablaban de heridos pero de repente el ambiente se puso raro, los hinchas dejaron de cantar y otro se subió al alambrado para acompañar el grito para que el árbitro parara el juego. Andrés Merlos lo advirtió pero nadie sabía bien qué estaba sucediendo. Algunos decían que había un desmayado, otros lloraban y de repente se escuchó «hay un muerto». La versión otra vez corrió como la velocidad de la luz ante el silencio generalizado y la atención se trasladó a las pantallas de los celulares.
El camino inverso, esta vez de la cabecera a la platea, fue más corto pero en el medio también confirmamos, desde el hospital, que no había muertos, sino tres heridos; sin embargo, desbaratar semejante versión demandó varios minutos (nueve) a los organizadores en los que el juego estuvo detenido mientras algunos hinchas se iban del estadio y la mayoría se quedaba impávido.
Luego de la detención, hubo un partido que continuó, primero en silencio y lentamente fue retomando el clima habitual de cancha. Los flashes en el cierre se los llevaron un nuevo final polémico, en una noche triste, sobre todo para los hinchas genuinos que solo quieren ver a su amado Sarmiento.
Algunas de las preguntas que nos seguimos haciendo: ¿Quién se hace responsable de lo que sucedió y de no haberlo prevenido? ¿A cuánto estamos de lamentar muertos?
Nota: Federico Galván.
Fotos: Mariano Morente.