No había otra manera para que Sarmiento vuelva a lamer las mieles de la Primera División. Era descontextualizada e injusta la JUSTICIA que hubiera sido el 0-3 ó 0-4 en el primer tiempo a favor del conjunto cordobés, porque ellos no sabían por toda la pena que había pasado Sarmiento (y Junín) en los últimos años. Dolor y frustración tras frustración y dolor. Hubiera sido (por otro lado) raro e incluso insulso ascender ganando dos a tres a cero de manera cómoda. Tenía que darse así: en las manos de Manuel y en el corazón acelerado de toda la ciudad.
Fue redondo. Con tres chicos del club en el once titular y unos tantos más entrando y esperando su oportunidad durante el campeonato.
Un tiempo para cada uno. El primero, que podría haber sentenciado a los juninenses al suplicio de volver a jugar otra final. El segundo, el reflejo del Verde a lo largo del ciclo Delfino: pasando por arriba al rival físicamente y sometiéndolo a pedir (sin pedir) que se termine.
Pero me refiero al proceso; al momento en el cual el club vuelve a la segunda categoría del fútbol argentino allá por 2017: un golpe durísimo de asimilar, aunque se veía venir.
A muchos clubes les cuesta años adaptarse y otros ni siquiera lo hacen. Por el contrario, Sarmiento desde aquel día fue protagonista de cada torneo que disputó, jugando 3 partidos definitorios por regresar al máximo certamen nacional con la suerte esquivándole en cada ocasión.
Un equipo testarudo, que buscó año tras año regresar a competir contra los mejores.
El sábado era el día, el escenario, el rival y por sobre todo EL GRUPO: un grupo de jugadores que había forjado un callo ante tanta adversidad y se lo había transmitido a cada integrante nuevo que arribaba (las declaraciones post partido dan fe de lo que digo).
Parecía que se escapaba nuevamente, se repetía la historia. Pero a Sarmiento cuando está en coma hay que “pisarle el tubito”, y un inocente Estudiantes no lo hizo. Le dio ese margen diminuto de vida y el Verde lo abrazó como quien abraza a un ser querido que vuelve de un viaje de años. Jugada aislada de Pombo y tablas.
Aprendizaje en vez de estigma fue lo que sacó Sarmiento de aquellas tres finales y el sábado 16 de enero de 2021 volvió al lugar donde tanto luchó por estar.
Puntos altos (Vicentini, Mancinelli, Vismara, Quiroga, Graciani, Torres) y sorpresas (Vázquez, Borasi, García, Salvareschi) fue el combo que tuvo este equipo que sufrió un duro revés con la ida prematura de su arquitecto: Iván Delfino.
Llegó Mario Sciacqua para terminar (inteligentemente y sin mucho retoque) el ya avanzado trabajo y darle a estos jugadores, funcionarios del club, dirigentes y sobre todo hinchas, el tan ansiado desahogo y grito de felicidad.
El fútbol (muchas más veces de lo que se cree) es merecimiento y no hay equipo que merezca más que el Verde de Junín estar en Primera División.
¡Felicitaciones Sarmiento! ¡Felicitaciones Junín!
Por Diego Chaves (exjugador de Sarmiento. Integró el plantel antes de la interrupción por la pandemia).