El profesor que fue maestro

POR NICOLÁS MORENTE

Nos quedó pendiente el último café y lo lamento mucho. Será la manera de extrañarte y recordarte que tenemos que volver a hablar. Cuando se va alguien que queremos, también se va algo de nosotros con esa persona, pero recordar es vivir. Pasan las horas y no puedo masticar los mensajes que me confirmaron que murió Sergio Lippi. Releo las últimas charlas y no caigo. Recién suelto lágrimas, mientras me siento frente a la computadora para desahogarme con estas líneas que las escribo cómo puedo. Miro el celular y busco el último mensaje de hace unos días: “La próxima llamame y tomamos un café. Abrazo grandote”. Volvía a San Luis después del partido ante River y unas semanas antes no coincidimos en la Academia Mascherano. No pude volver a Junín y no se dio. Cosas de la vida.

Mientras escucho su voz lo hago con Joan Manuel Serrat de fondo, su referente musical. Sergio hizo su “camino al andar”, con una conducta de perfil bajo, exagerada y poco habitual en el competitivo mundo del fútbol; trabajando, trabajando y trabajando. Sergio construyó a ese entrenador que pocos logran serlo. Primero a ese futbolista que dejó su huella en el campito Sánchez, en Jorge Newbery y Mariano Moreno. Su malograda lesión en la rodilla, le abrió otra puerta, la de entrenador.

El fútbol lo estaba esperando con una etapa de luces como conductor de equipos que le cayó como anillo al dedo, como preparador físico y entrenador. Formador y educador permanente. River Plate (La Loba), Jorge Newbery, Mariano Moreno, y Sarmiento, como las referencias máximas del fútbol de Junín. Como ayudante del Chulo Rivoira. Demostró con trabajo y honestidad, siempre estar a la altura como hombre y como profesional en cada planificación, esquema, charla con un futbolista o con un grupo de jugadores. Siempre con el objetivo claro de ir más allá de un entrenador que gana, empata o pierde. Quería mejorar él y a su vez al entorno. Intentaba rescatar el espíritu amateur desde ese entrenador vocacional que llevó siempre. Nunca había descanso, siempre existía una próxima meta, siendo honesto con él y con sus jugadores. En San Luis nos vimos por última vez. El 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2019, en el Hotel Quintana, junto al profe Jorge Funes y Martín Andrizzi; al otro día jugaba su equipo de entonces, Olimpo, frente a Sportivo Estudiantes. En esas horas empezó su problema de salud, que con estudios complejos se confirmaría días más tarde, recuerdo que andaba molesto, bancándose mucho dolor. También sería su último partido al frente de ese equipo bahiense y su despedida sin saberlo, como entrenador del fútbol profesional. Fue un café larguísimo, hablamos de fútbol, y de grandes debates de la historia y de la actualidad de Sarmiento, queriendo saber de épocas históricas, de las malas y las buenas. Siempre era una rutina, cuando sus equipos jugaban en Buenos Aires, Córdoba, o donde fuera o se diera, iba a las concentraciones y charlábamos mucho. Esa noche en San Luis reconoció en la actual dirigencia de Sarmiento, su éxito, el camino y el presente que disfruta, destacando sus méritos. “No hay un club del interior del país, sin estructura de grande, que haya crecido como lo ha hecho Sarmiento. Es un mérito muy importante de esta comisión directiva”, opinaba. Él fue parte importante de ese camino, del cual se sacaba laureles como un testigo ajeno.

Su segunda y tercera etapa serán imborrables. Siempre luchó, como en su carrera, por no tener la chapa de los mediáticos del fútbol, por no vender humo y particularmente en Sarmiento, por no haber sido nacido en el club, tuvo que convencer trabajando a los “panzas verdes”, ni más ni menos y al casi siempre inconforme y poco elogiable público juninense. Dejó una huella inolvidable, cuando regresó a su segunda etapa, con no más de 200 personas en un partido contra Villa San Carlos. Recuperó la identidad de un equipo ganador y competitivo. Campeón de Primera B 2011-2012, entre los 5 primeros en el primer torneo en el Nacional B (cuando costaba mantenerse en esa categoría esquiva, siempre había descendido) y luego subió a Primera después de 32 años en 2014. Fue el primer entrenador que lo ayudó a ser campeón a Fernando Chiófalo como presidente, cuando la suerte no llegaba. Le dio seriedad y un rumbo que no había hasta ese tiempo. Los resultados siempre avalan los procesos. En 2013, los hinchas fueron a buscarlo a la casa para que no renuncie en una racha negativa. Histórico e inédito. Ese fue el tercer título en su carrera en el club. Había un premio al entrenador vocacional, que buscaba siempre mejorar lo que él tenía y al club en lo particular. Discutía, con argumentos, de forma permanente para que Chiófalo observara y escuchara consejos para seguir mejorando aspectos de la estructura, como los campos de juego para entrenar, por citar un ejemplo. Siempre escuchaba y trataba de seguir capacitándose y ayudando. Fernando… ¡Vení! Mirá esto o aquello. Dirigió todas las categorías, desde el fútbol infantil hasta la Primera División (Le faltó la D), enfrentando a Boca o a River, con un club de su ciudad, ese que lo resistía al principio y que lo terminó abrazando como un hijo pródigo con gloria eterna. Se lo ganó con su forma de actuar en su función. Pasan los minutos y sigo recordando charlas personales y telefónicas, aconsejando o dándole mi punto de vista sobre aspectos de su rol en el fútbol. En su última etapa, los resultados de un torneo corto le jugaron en contra para mutar una idea ambiciosa desde lo futbolístico que se desmoronó en cancha de San Lorenzo, en febrero de 2016, perdiendo 2 a 1, sobre la hora, contra el equipo del cual era hincha. Siempre le manifesté, que dejara el stress del DT, y que su lugar podría haber sido el de director deportivo marcando una línea de trabajo a largo plazo formando jugadores y entrenadores. La posibilidad se la dio su amigo Walter Tamer, en la Academia Mascherano. El fútbol, las decisiones, los egos, los momentos se desviaron para otros rumbos. Es parte del fútbol. Me quedará en el recuerdo cuando durante unos meses trabajé para que conozca a Alejandro Sabella en el predio de AFA, a meses de jugar el Mundial 2014. Charlaron dos horas de fútbol, el profesor estaba en su salsa. Sentí que ese granito de arena lo hizo feliz. Sabía que le gustaba charlar con los entrenadores, vio trabajar a todos los estilos, a Carlos Griguol, Carlos Bilardo, o César Menotti, con la idea de seguir aprendiendo, inclusive cuando Marcelo Bielsa se apareció en Pergamino, en su paso por Douglas Haig (equipo al que ascendió también), para charlar junto a él y los hermanos Martín y Jorge Funes. Pasan las horas y la ficha no me cae. Las palabras salen como pueden, fluyen de forma inconsciente. Se lo va a extrañar. La Laguna de Gómez, sus caminatas, su búnker, su hábitat, El café del Copahue, de Picasso, tendrán una mesa vacía. Ahora se estará por reunir con Osvaldo Zubeldía, Chacho Villafañe, Juan Carlos Vilches, Norberto “Colo” Cavagna, o con Héctor “El Gallego” Alcolea, Raúl Azconzábal, entre otros, para hablar de fútbol.

La agenda del celular dice y seguirá diciendo Sergio Lippi (DT Sarmiento) esperando el “escribiendo… “Nico, te mando un abrazo grandote”. Nos quedó pendiente el último café, profesor. Espero volver a verte pronto y darte un nuevo abrazo para sonreír como en estas fotos que publico. Esa fue la única foto que posamos. La guardaré por siempre, como nuestras charlas. El día de la foto fue el de los más felices como hincha de Sarmiento, pero sabía que detrás de ese éxito había un juninense que peleó contra todo y todos los prejuicios. Un hombre que tenía la máscara del profesor, pero había siempre un enorme entrenador y una persona intachable e irrepetible. Un maestro con muñeca de educador.

Ojalá lleguen muchos homenajes. El paso del tiempo lo ubicará en el lugar que merece. Gracias Sergio, te quiero mucho. No te voy a olvidar. Siempre fuiste un buen tipo, amigo de los amigos, que buscó aprender todos los días. Ese fue tu éxito, quédate tranquilo. Descansá, tarea cumplida, amigo.

??“Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino: se hace camino al andar. Al andar, se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”.

Un enorme abrazo a su esposa, hijos, nietos, familiares y amigos en este duro momento.

A la muerte hay que matarla… Seguis viviendo en los que no te olvidaremos…

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