Sarmiento ataca, tiene la pelota, busca, no la tira. Los laterales y extremos permutan las posiciones, pero no pueden entrenar. Barracas se abroquela bien, reduce espacios, parece inofensivo, pero defiende su arco y el Verde no puede entrar, aunque no se impacienta. La tiene, los centrales están en la mitad de la cancha pero no hay desmarques ante el orden que propone el rival, o no resultan eficaces. No hay quién conduzca para dividir y la basculación defensiva le gana al intento por encontrar liberado el sector opuesto. El Verde no puede pero lo intenta. Le falta acertar el pase final o esperar una equivocación. Y de repente, Carlos Villalba aprovecha un excelente centro de Alex Vigo, que levanta la cabeza para elegir y la pelota va a ese lugar que duele: entre el arquero y el último defensor. El mediocampista, que normalmente es el más retrasado, aparece para romper con la lógica porque llega donde no lo esperan. Y porque, además, hace el movimiento para caer delante del central, y del arquero, y entonces sorprende dos veces demostrando que en el fútbol, en ocasiones, lo imprevisible tiene un valor decisivo.
Por Federico Galván.
Foto: Mariano Morente.









