Crónica de una tarde agitada

Después de conducir 260 kilómetros y subir a la General Paz el Estadio Ciudad de Vicente López emerge desde el costado de esa arteria vehicular. Lo días sin fútbol es inevitable mirar para ese costado pero la cita del sábado es justamente allí. La colectora cortada desde temprano, los vallados, el personal de seguridad comienzan a dar los primeros indicios en ese sentido. Más tarde el arribo de la gente y finalmente los colectivos de los equipos tornan el aire de ese aroma y ese ruido a jornada futbolera definitivamente.

En el sector destinado a los allegados de Sarmiento se vive con la tensión que se viven los grandes momentos. El comentario previo sobre lo que podría llegar a suceder en las otras canchas se mezcla con el optimismo de conseguir un buen resultado en Vicente López, apoyado en las diferentes posibilidades que tenía el equipo de lograr el objetivo de la permanencia y mirando en el horizonte la chance de clasificar a cuartos. Ahí nomás, al lado del alambrado, Lisandro López encabeza la lista de futbolista que no están disponibles por diferentes razones pero que no se quieren perderse la posibilidad de acompañar y allí están sentados sobre el túnel desde que los arqueros salen al calentamiento. Atrás, reja de por medio, se escucha la arenga del vestuario y se acercan kinesiólogos, dirigentes y médicos para intercambiar sensaciones. Todos necesitan hablar, o no todos. Adentro del campo, como tomando distancia, Fernando Chiofalo se sienta en la esquina, a la sombra porque el sol apremia, para vivirlo a su manera. ¿Estás nervios? “Algo”, dice irónicamente.

Los futbolistas calientan, los bombos y las trompetas del local comienzan a sonar cada vez más fuerte y la cancha se puebla de camisetas marrones. Es tiempo de ir al vestuario a buscar el último combustible, ese aliento que parte de los referentes tocando la fibra más íntima, que empuja a dejar hasta la última gota de sudor.
Es la hora de la acción pero Silvio Trucco espera que le den la orden porque en un mismo partido caben otros tres que se juegan en otras canchas y esa situación se ve reflejada en la tribuna destinada para dirigentes, familiares de los futbolistas, allegados y parte del plantel que quedó al margen del partido. Auriculares, el teléfono para husmear la famosa página de los resultados o la misma transmisión vía aplicación servía para estar al tanto de lo que pasa.

La cosa no arranca bien para el Verde, que sufre los embates del local y no puede agarrar la pelota. En ese panorama se vuelve más importante escuchar qué pasa en otras latitudes que lo que sucede en el campo de juego del Ciudad de Vicente López.
Se juegan 15 y la noticia del gol de Vélez ante Colón arranca sonrisas en la tribuna pero no desmedidas. “Ese resultado nos sirve”, festeja apenas un dirigente. Pero esa alegría parece desdibujarse cuando una pelota alta cae en el área y luego de un rebote Martínez la manda al fondo del arco. Es como si hubiesen apagado el sonido para luego dar paso al reclamo por falta a Devecchi. Silencio de este lado y festejo del otro pero el alivio lo trajo el VAR que revirtió el fallo.
Platense va y sobre el final del primer tiempo encuentra el gol. Otra vez el silencio y las caras de pocos amigos en la tribuna. Otra vez ese silencio tan particular que se genera en un sector de la cancha cuando del otro lado todo es festejo.

Los quince minutos del entretiempo son totalmente diferentes a la previa del partido. El optimismo por lo que podía suceder dentro del campo parece haberse borrado de los gestos cercanos. El personal que rodea al plantel camina mirando para abajo, como nerviosos, a pesar que las otras canchas devuelven la tranquilidad que no se consigue en la casa del Polaco Goyeneche, que suena en los parlantes del estadio. “Invitamos a todos los hinchas a quedarse después del partido a festejar el cierre de la temporada junto los jugadores”, anuncia la “voz del estadio”, mientras de este lado dan ganas de desenchufarle el cable del micrófono. También, en esa espera, hay tiempo para aplaudir de pie a los Excombatientes de Malvinas que son homenajeados en el verde césped.

Si el primer tiempo se había jugado más en las otras canchas que en esa, el segundo es peor aún. Facundo Sava intenta cambiar el resultado con variantes pero al equipo le cuesta generar y las tribunas son dos mundos bien diferentes. El público local festeja con la tranquilidad de haber logrado el objetivo de la permanencia hacía un par de fechas, al tiempo que el uno a cero mantiene la ilusión de clasificar, mientras del otro lado se refrescan una y otra vez las páginas en busca de resultados y el “gol de Vélez” se mezcla con el “gol de Banfield” para terminar de suspirar y cerrar el puño a modo de festejo.
En el terreno de juego Sarmiento juega en campo contrario pero no daña y en una gran jugada Kaprof hace levantar a todos de sus asientos, aunque Macagno evita el gol.
El final fue raro, porque ni los jugadores ni los hinchas festejan, incluso algunos protagonistas se fueron al vestuario entre lágrimas. Apenas un puño cerrado de alguno y el tibio aplauso de otros evidencian esa contradicción de objetivo cumplido pero con derrota.

Volver a la realidad toma unos minutos y ya en el vestuario los futbolistas entienden que se sacaron una mochila muy pesada de encima y así lo expresa Sava, en la conferencia: “Al principio hubo un poco de tristeza por la derrota, pero al rato ya estaban todos contentos, felicitándose entre todos porque lograron algo muy importante que es mantener a Sarmiento en Primera”.

Crónica: Federico Galván.
Fotos: Mariano Morente.

Más Noticias

Menú